Pocos artistas pueden reunir tan valiosos títulos y antecedentes como los que jalonan la vida de Jorge Galdeano.Nacido en Buenos Aires en 1942 y a su condición de egresado de nuestra escuela de Bellas Artes, debe añadirse su paso por los talleres de maestros de la talla de Oscar Capristo, Carlos Cañás y Claro Bettinelli.
Todo ello no alcanza para explicar la excelencia de sus obras por aquello de que " lo que natura non da, Salamanca non presta". Y aquí lo que importa subrayar es lo mucho que Natura dio a Galdeano..
En arte nos advirtió Picasso: "Las ideas no se pintan". Y por otro lado la gran verdad es que para decir algo en arte que valga la pena ser dicho, es esencial el tener algo que decir.
Es mucho lo que tiene que decir Galdeano. Su curiosidad intelectual por las tradiciones culturales terrestres y planetarias que lo llevaron a su fundamental composición del Big Bang, respetan a -"Picasso" en tanto nunca cae en lo ilustrativo y cada logro está sostenido por la valedera equivalencia plástica de esas vivencias imaginativas que lo enriquecieron sin duda mientras tocaba el violín.
Fina sensibilidad musical no restó a su responsable manejo pictórico del que no está ausente el dibujo que como lo quería Ingres es la probidad del arte. Ya se trate de musas marcianas o de la América precolombina eso que llamo inspiración, que disgusta a quienes no la tienen, es algo que nunca le fue esquivo a este maestro del color, del espacio y de la luz.
Respaldado por años de trabajo como lo quería Braque: "Cada artista en su jaula". Galdeano es feliz según él mismo lo declara en su propia jaula. Desde allí visita espacios siderales y temporales; nada le es demasiado remoto, nada demasiado lejano.
Acompañarlo en esta retrospectiva del Museo Metropolitano supone treparnos a un vuelo desde el más remoto de los principios hasta el más alto de los dones espirituales. |